El delta del Llobregat es el segundo delta más extenso de
Cataluña y constituye la mayor reserva de agua subterránea del barcelonés.
Abarca una amplia llanura aluvial de 97 Km2, que comprende 8 municipios: El Prat
de Llobregat, Sant Boi de Llobregat, Viladecans, Gavá, Castelldefels, Cornellá
de Llobregat, Hospitalet de Llobregat y Barcelona.
Por su alto valor estratégico y medioambiental está
considerado por la Unión Europea como Zona de Especial Protección para las
Aves. Su situación, en plena ruta migratoria del Mediterráneo occidental, a
mitad de camino entre los aigüamolls de l´Empordà y el delta de l´Ebre, la
convierten en una importante zona de nidificación y descanso de aves.
El proceso de formación
Su formación geológica comenzó hace aproximadamente
18.000 años, aunque el delta actual, también llamado Complejo Deltaico, data de
un período posterior, de hace aproximadamente 2.500 años; a partir de las
aportaciones de arenas y limos depositados por el río Llobregat.
Primeros pobladores
Descubrimientos recientes dan testimonio de una presencia
humana, más o menos esporádica, en sus costas desde el siglo IV a.C. Se trata,
sobre todo, de navegantes púnicos, dedicados al comercio de productos de Ibiza
y la Mediterránea occidental. Con la llegada de los romanos en el siglo II a.C.
se extiende el uso de la moneda como fuente de intercambio económico. Las
tribus ibéricas residentes se integran, poco a poco, a los nuevos modos de
hacer a la romana: Se pasa de habitar en pequeños asentamientos o
poblados a las grandes villas romanas y la agricultura de subsistencia,
predominante hasta entonces, desaparece dando paso a las grandes explotaciones
agrarias, enfocadas a aumentar la producción de cara a la exportación (sobre
todo cereales y maíz, al principio y vino, en época más tardía). Entre finales
del siglo IV, coincidiendo con la decadencia del imperio romano, las relaciones
comerciales con el exterior se paralizan y los asentamientos existentes en el delta
del Llobregat terminan abandonándose. Se produce en la zona un retroceso
económico de unos mil años, volviendo a la economía de autosuficiencia del
siglo IV a.C.
La Edad Media (siglos X al XV)
El delta del Llobregat fue durante muchos siglos un
territorio hostil, insalubre y peligroso; habitado por una población precaria y
dispersa que siempre estuvo sometida a las duras condiciones climatológicas,
sanitarias y de seguridad impuestas por el medio natural. Las inundaciones,
provenientes tanto del río como del propio mar, eran tan frecuentes que hacían
prácticamente imposible la ocupación humana. Insalubres extensiones de marismas
y cenagales, frondosos bosques de ribera y playas con enormes campos de dunas
conformaban un duro paisaje, dominado por el barro y el agua, que unidos a unas
condiciones higiénicas muy deficientes y a la falta de agua potable, favorecían
la propagación de enfermedades como el paludismo, el tifus, o la disentería. Su
población malvivía entregada a una economía de subsistencia, basada sobre todo
en la agricultura (muy limitada) y la ganadería, que en ocasiones podía
complementarse con la pesca o la caza. Otro factor clave de este período fue el
aislamiento, provocado por el precario estado de los caminos y la dificultad
añadida que suponía atravesar el río en una barcaza insegura. Esta situación se
prolongaría hasta finales del siglo XIX, con la construcción de dos puentes: el
de Ferrán Puig (1873) y el del ferrocarril (1881).
La transformación agrícola (XVI-1850)
A partir del siglo XVI comenzó a modificarse la situación
de dominio total del medio sobre el hombre, con la introducción de nuevos
métodos agrarios, como la desecación de marismas, la roturación de tierras o el
cultivo de nuevos productos de secano (trigo, cebada, maíz y viña), que darán lugar
a la primera gran transformación agrícola del territorio, permitiendo su
ocupación continua. A partir del siglo XVIII las condiciones de vida de los
payeses del delta, se verán favorecidas por la introducción de mejoras en las
condiciones de vida de las masías, o la llegada de personal médico con
utensilios higiénicos y sanitarios apropiados. A medida que se consolida la
ocupación humana, se invierte dinero público en la defensa contra el medio,
como la construcción a partir de 1606 de un terraplén de protección contra las
riadas, paralelo al río, que no se consolidaría hasta el siglo XX.
La transformación del Delta
Todo se verá alterado a partir del desarrollo, durante la
segunda mitad del siglo XIX, de diferentes sistemas de obtención de agua, tales
como la construcción de canales de riego (Canal de la Dreta, 1858) o el
descubrimiento de las aguas artesianas (1893), que darán paso a la actual
agricultura intensiva de regadío, basada principalmente en productos de la
huerta. A partir del siglo XX la agricultura dejará de ser la actividad
económica predominante en el delta del Llobregat, a pesar de que sigue siendo
una de las zonas agrícolas más importantes del Mediterráneo, dando paso a la
industria, en un primer período y a las actividades terciarias, en la
actualidad.
El Delta en la actualidad
El complejo Deltaico actual es un espacio donde el medio,
paradójicamente, ha sido transformado por la acción humana. En él coexisten
múltiples ambientes: Los espacios naturales (mar, río, marismas, lagunas y
pinedas) y los cultivos, caracterizados por su vulnerabilidad, y las zonas más
pobladas, como las urbanas, industriales, de servicios, red viaria y
ferroviaria y grandes infraestructuras como el Puerto y el Aeropuerto,
caracterizados por una insaciable necesidad de expansión. El delta del
Llobregat se encuentra en la actualidad amenazado por tierra, mar y aire. Ha
sobrevivido a riadas, inundaciones, enfermedades, penúrias económicas, cargas
fiscales abusivas (diezmos, tributos...), incursiones armadas (caudillo Almanzor,
985), batallas navales (Ramón Berenguer III contra los sarracenos, 1015), peste
bubónica (1348) o las invasiones de piratas de origen bárbaro (1550), pero sin
embargo, es ahora cuando más peligro corre, a manos del "progreso"
injustificado y la codicia humana.
En medio de este frágil mosaico de paisajes destacan, por
su valor educativo y medioambiental, los espacios naturales. En el Delta han
sido catalogadas más de 350 especies de aves diferentes y continúan apareciendo
nuevas cada año. También podemos encontrar una interesante población de
invertebrados, anfibios y reptiles y son especialmente interesantes, a nivel
catalán, las poblaciones de Salicaria y Stachis marítima o las más de 20
especies de orquídeas registradas. Sin duda alguna, todo ello constituye un
rico patrimonio natural, que amenazado de forma continua por la mano del
hombre, deberíamos proteger y a ser posible, expandir.
Pero para proteger, primero hay que conocer y entender.
Esa deberá ser a partir de ahora nuestra meta.
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