Según la aceptación actual, la masía catalana podría
definirse como una edificación rural, de cierta envergadura, ligada siempre a
explotaciones agrarias o ganaderas, de carácter familiar. Eran construcciones aisladas, autosuficientes en la
medida de lo posible, donde se alternaban las faenas agrícolas y ganaderas: cría de ganado, cultivos de secano y regadío; explotación del entorno natural,
e incluso, transformación de primeras materias (vino, aceite, etc.), o
manufacturación artesanal, como el cardado y tejido de la lana. La importancia de la masía catalana como construcción,
está íntimamente ligada a la de sus moradores. Cada masía que perdura, es una
página abierta a la microhistoria de la sociedad campesina catalana, durante
los últimos ocho siglos.
LAS FIGURAS DEL “MASOVER” Y “L´HEREU”.
La masía es el edificio más representativo de la arquitectura rural en Catalunya. Normalmente estaba habitada por un “masover” o por una familia campesina acomodada. Cuando los propietarios adinerados abandonaron sus residencias en busca de la comodidad de villas o ciudades, dejaron las explotaciones agrícolas y ganaderas, en manos de los masovers. Mediante un contrato suscrito por ambas partes, el masover, junto a su familia y sirvientes podía habitar la residencia y explotar todas sus instalaciones, a cambio de hacer entrega a su señor de una parte de los beneficios obtenidos, ya sean en términos pecuniarios o en especies. Mediante este contrato de propiedad, el payés no era dueño de la finca , pero disponía libremente de su explotación, pudiendo traspasarla a su primogénito, “l´hereu” (el heredero), con el objetivo de no dividir el patrimonio y mantener la economía familiar.
La masía es el edificio más representativo de la arquitectura rural en Catalunya. Normalmente estaba habitada por un “masover” o por una familia campesina acomodada. Cuando los propietarios adinerados abandonaron sus residencias en busca de la comodidad de villas o ciudades, dejaron las explotaciones agrícolas y ganaderas, en manos de los masovers. Mediante un contrato suscrito por ambas partes, el masover, junto a su familia y sirvientes podía habitar la residencia y explotar todas sus instalaciones, a cambio de hacer entrega a su señor de una parte de los beneficios obtenidos, ya sean en términos pecuniarios o en especies. Mediante este contrato de propiedad, el payés no era dueño de la finca , pero disponía libremente de su explotación, pudiendo traspasarla a su primogénito, “l´hereu” (el heredero), con el objetivo de no dividir el patrimonio y mantener la economía familiar.
EVOLUCIÓN DE LA MASÍA
Aunque en un principio su origen pareció ligado a las villas romanas, su nacimiento se remonta a la Baja Edad Media, a partir de la evolución de los antiguos “mansum” y la adaptación de las nuevas edificaciones seculares, civiles o señoriales. Durante los siglos XI al XIII, la forma constructiva predominante, se basó en la unión de pequeños habitáculos , en un mismo plano horizontal. Partiendo de dependencias básicas como la cocina o el establo, se ampliaban o construían nuevos espacios, destinados a bodega y granero. Es a partir de mediados del siglo XIII, cuando aparece un nuevo modelo de construcción vertical, que propicia la generalización del manso de dos pisos (siglo XIV), desarrollado arquitectónicamente a partir de dos espacios singulares: cocina y comedor. Los avances tecnológicos y la mejoría de la situación económica , desembocaron, a partir del siglo XVI, en la típica masía de tres cuerpos, que ha llegado hasta nuestros días, acompañada, eso sí, de innumerables añadidos destinados a nuevos usos y disfrute.
Aunque en un principio su origen pareció ligado a las villas romanas, su nacimiento se remonta a la Baja Edad Media, a partir de la evolución de los antiguos “mansum” y la adaptación de las nuevas edificaciones seculares, civiles o señoriales. Durante los siglos XI al XIII, la forma constructiva predominante, se basó en la unión de pequeños habitáculos , en un mismo plano horizontal. Partiendo de dependencias básicas como la cocina o el establo, se ampliaban o construían nuevos espacios, destinados a bodega y granero. Es a partir de mediados del siglo XIII, cuando aparece un nuevo modelo de construcción vertical, que propicia la generalización del manso de dos pisos (siglo XIV), desarrollado arquitectónicamente a partir de dos espacios singulares: cocina y comedor. Los avances tecnológicos y la mejoría de la situación económica , desembocaron, a partir del siglo XVI, en la típica masía de tres cuerpos, que ha llegado hasta nuestros días, acompañada, eso sí, de innumerables añadidos destinados a nuevos usos y disfrute.
Todos los elementos relacionados con la construcción,
distribución y organización de las masías, responden, ante todo, a criterios de
funcionalidad. La mayoría de las masías que conocemos están distribuidas
en dos o tres pisos. La planta, casi rectangular, se orienta al sur y está
dividida en tres cuerpos, siendo el central más ancho. La planta baja, que alberga la entrada, estaba destinada
a las dependencias más comunes: cocina, comedor, bodega y establo. La vida
giraba en torno a la “llar de foc” (chimenea). La primera planta estaba reservada a vivienda. En ella se
distribuyen los dormitorios y a veces, una segunda sala. La segunda planta o buhardilla, en caso de haberla,
estaba destinada a granero.
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