La tarde del jueves 3 de febrero de 1944, mientras Europa
continuaba inmersa en la Segunda Guerra Mundial y Estados Unidos anunciaba el
inicio de la ofensiva aliada del pacífico contra Japón, la pequeña villa del
Prat de Llobregat, en Barcelona, dormitaba ajena al trágico suceso que estaba a
punto de acontecer...
En Barcelona, el cine Coliseum se preparaba para el
estreno de la película “Sólo los Ángeles tienen alas”, con Cary-Grant y Jean
Arthur, que narra las vicisitudes de un pequeño grupo de pilotos de la aviación
civil. “Sucumben unos y otros se desesperanzan. Triunfan los pocos y éstos a
costa de enormes sacrificios” – rezaba la propaganda -. Pero, el Prat de
Llobregat, inmerso en sus quehaceres y rutinas diarias, también permanecía
ajeno a aquel premonitorio estreno...
Hacia las cinco y media de la tarde, Natalía Martí y su
madre, que se hallaban en la parte posterior de su vivienda, en la calle del
Prat número 5, divisaron, sorprendidas, un avión que volando a muy baja altura
se dirigía hacía la zona donde se encontraban.
El avión, un Douglas DC-2, de la Compañía Iberia LAPE,
que efectuaba el servicio de correo desde Madrid a Barcelona, tenía los motores
averiados y al parecer intentaba llevar a cabo un aterrizaje de emergencia en
las afueras de la población. Sin capacidad de maniobra, el bimotor intentó un viraje
arriesgado, pero no pudo esquivar las viviendas y terminó colisionando contra
la parte superior del número 5 de la calle del Prat, donde residía la família
Castells. El estruendo provocado pudo escucharse en todo el término
municipal del Prat. Cuando Natalia Martí y su madre llegaron a la puerta de
la calle, se quedaron petrificadas ante el dantesco espectáculo que se
desplegaba ante ellas: La aeronave, de unos 19 metros de longitud y 26 de
envergadura, se había partido en varios trozos y estaba envuelta en llamas. Una
parte del ala y el tren de aterrizaje habían quedado empotrados en la casa
contígua (número 7), donde residía la família Martos, hundiendo el techo y
desmoronando parte de la vivienda. El resto, también pasto del fuego, se repartía entre su
patio interior y el de las viviendas colindantes (números 7 y 9). La humareda podía verse desde cualquier punto del Prat y
las llamas se extendían, rápidamente por los bajos de las viviendas afectadas. Los primeros en llegar al lugar del accidente fueron los
propios vecinos, que rápidamente ayudaron a socorrer a los supervivientes. Don
Manuel Ayora, que en aquel momento trabajaba en la cercana fábrica de la
Papelera Española, rescató a un herido de entre las llamas, con la ayuda del
barbero Francesc Carrasco, que regresaba de un entierro. Poco después llegaron los servicios de extinción y
salvamento de la Papelera y La Seda de Barcelona, que gracias a su rápida
intervención, impidieron que el desastre acontecido fuera de mayor magnitud.
La pesadilla que tanto habían temido nuestros antepasados
se había hecho realidad, para desgracia de algunos e indignación de muchos.
La casa num.7 de la familia Martos...era donde vivía mi suegra.Estaba a punto de casarse...tenían todo comprado, y al caer el avión, perdieron todo, por suerte no habia nadie ese día y a esa hora.
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