La ermita románica de Nuestra Señora de Bellvitge forma parte, junto a la parroquia de Santa Eulàlia de Provençana, del patrimonio histórico artístico del término municipal de Hospitalet de Llobregat. Esta pequeña joya del románico se halla ubicada en la barriada obrera de Bellvitge, prácticamente engullida por enormes bloques de pisos. El actual santuario es una reconstrucción de mampostería irregular, llevada a cabo alrededor del año 1717. El edificio consta de una sola nave rectangular, con ábside de planta cuadrada y un pequeño campanario con corona piramidal. La fachada, de perfil barroco, presenta una portalada con dintel trabajado. La casa adyacente que antaño albergaba al ermitaño (donat) que la custodiaba, fue sustituida por un porche durante la restauración llevada a cabo en el año 1959, aunque éste también ha sido eliminado, en la última reconstrucción llevada a cabo.
Cuenta la leyenda
Estando un mozo cuidando de un rebaño de bueyes, observó
que uno de los animales que pastaban, permanecía, día tras día, hurgando
ansiosamente en el mismo lugar. Intrigado por la actitud del animal, el mozo
decidió acercarse y entonces descubrió un enorme resplandor que salía de entre
la maleza. Su primera reacción ante hecho tan asombroso fue la de huir y así lo
hizo hasta dar con un grupo de campesinos, que tras atender al relato,
decidieron acompañarlo, descubriendo una pequeña imagen, toscamente labrada, de
la Virgen, que emergía de entre la maleza. Llevaron la imagen a la capilla
románica de Santa Eulalia de Provenzana (Hospitalet de Llobregat) y allí la
depositaron a la custodia del párroco. Al día siguiente, cuando acudían para
adorarla, descubrieron sorprendidos que la talla había desaparecido, sin dejar
rastro. Esa misma tarde, el pastor volvió a hallarla. La imagen había regresado
al mismo lugar en que la encontraron y así es como, finalmente, decidieron
construir en ese mágico lugar una iglesia, hacia el año 1050, aproximadamente. La primitiva imagen de Bellvitge desapareció durante la
guerra de los segadores y la que la substituyó corrió igual suerte, durante la
invasión francesa del año 1808.
Un poco de historia
La ermita de Bellvitge se encontraba situada en una zona
pantanosa, al pie del camino que comunicaba Barcelona con Valencia, en pleno
delta del Llobregat. Tuvo su origen en una capilla privada, en la masia de Malvitge,
utilizada por los habitantes de esta zona, entre los que se conoce la
existencia de Arsenda Benvitge, cuyo apellido hace referencia a la masía. En
las diversas prospecciones arqueológicas llevadas a cabo, alrededor de la
ermita, se ha encontrado un cementerio medieval y cerámicas que datan de la
época de su edificación (siglos X a XI). En el cementerio, que contiene restos
humanos, se han localizado 9 tumbas, entre ellas la de un niño. Estaba ubicado
junto a una iglesia, en la finca llamada Mas Malvitge.
Primeras referencias
La primera referencia escrita corresponde a un traspaso
de propiedad, el 8 de mayo de 1057, en época de Ramón Berenguer I, Conde de
Barcelona. El 25 de octubre de 1279, encontramos una donación efectuada a la
parroquia de Santa Eulàlia, para la construcción de la ermita de Santa María de
Benvitge (no se citaría como Belvitge, hasta 1283). Pero no será hasta el año
1372, en que se menciona concretamente la capilla, con motivo de una licencia
otorgada al vicario de Provenzana, para celebrar misa en ella. El 17 de enero
de 1493, la ciudad de Barcelona hizo donación a la parroquia, de las piedras
necesarias para la construcción de la ermita.
El declive
La naturaleza y el paso del tiempo no respetaron a la
pequeña ermita y las continuas inundaciones y riadas del río Llobregat la
fueron enterrando, dañando y sumiendo en el olvido. Excavaciones realizadas en
la santuario demuestran que el suelo de la capilla ha sido alzado en al menos
tres ocasiones. Tampoco hay que olvidar que debido a su aislada ubicación ha
sufrido innumerables saqueos a lo largo de su historia. Tras décadas de
incertidumbre y abandono, la ermita permaneció cerrada durante 4 años, en
estado de ruina, hasta que el año 2003, gracias al empuje de los vecinos se
llevó a cabo la rehabilitación definitiva, financiada por el Ayuntamiento de
Hospitalet y el Arzobispado de Barcelona, volviéndose a abrir al público, para
celebraciones religiosas.
Origen del nombre
Existen al menos dos versiones, que explicarían de una
manera fehaciente, el origen del nombre: algunos historiadores opinan que el
nombre de Bellvitge deriva de la palabra “bell viatge” (buen viaje). En
palabras de don Ramón Piñol, del Instituto Municipal de Historia de Barcelona:
“El nombre venía señalado por la invocación hacia esta Virgen, que le dedicaban
en un deseo de buen viaje quienes debían emprender rutas hacia caminos llenos
de peligros y dificultades.” No
obstante, en los últimos años, ha cobrado fuerza entre los estudiosos la
hipótesis de que la palabra deriva del nombre de una mujer, de origen visigodo,
lamada Amalvigia. El nombre derivó a Malvitlla (nombre de una masia cercana), y
después a Bellvitge.
Fachada barroca de la ermita
La ermita de Bellvitge llevó, durante siglos, una vida
paralela a la ermita de Sant Pau, situada en el Prat de Llobregat. Ambas
ermitas medievales se encontraban situadas a parecida distancia del río
Llobregat, que las separaba y ambas ofrecían análoga construcción y
constitución. Únicamente se difieren en su pervivencia, ya que mientras la
ermita de Sant Pau fue abandonada en el año 1556, con motivo de la erección de
la iglesia parroquial pratense, la ermita de Bellvitge ha sobrevivido hasta
nuestros días, gracias, sobre todo, al empeño de un vecindario totalmente
entregado.
Durante mucho tiempo esta pequeña iglesia ha sido punto
de encuentro y recreo de las personas que habitan el barrio.
Sabrían decirme la longitud desde la puerta al altar
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