El Prat de Llobregat fue conocido, durante siglos, como “el pueblo de las fiebres”; nombre genérico que comprendía enfermedades tales como el paludismo, la disentería, el tifus y las hepatitis; provocadas por los mosquitos y el agua no potable. La falta de condiciones higiénicas en el delta del Llobregat, hasta hace muy poco, causó verdaderos estragos a nuestros antepasados, indefensos a merced de un medio hostil e inclemente. Estas son pequeñas historias de aquella gente, marcada por la insalubridad, la pobreza, la incultura, la violencia, el trabajo y el sudor pegado al cuerpo, pero sobre todo, por un amor desmedido hacia esta tierra.

sábado, 9 de febrero de 2013

La granja modelo de la Ricarda I



Vista actual de la Granja de la Ricarda

Ayer tarde la Sociedad Protectora de los Animales y las plantas de Cataluña (…) acordó que el próximo domingo la sociedad se traslade a la granja lechera “La Ricarda”, propiedad de don Eusebio Bertrand, para hacerle entrega de la medalla que se le concede por el buen trato que da a los animales de aquella granja-modelo y conceder un amplio voto de gracias a la junta directiva de la Sociedad con motivo de sus activas gestiones en pro del desarrollo de la misma y el alto criterio que preside a sus actos.” (artículo publicado el martes, 17 de junio de 1913, en el diario La Vanguardia. Página 3).

Detalle de la cerámica reconstruida en la Granja de la Ricarda

El año 1909 comenzaron los trabajos de construcción de La Ricarda, que llegaría a ser la granja lechera más importante de Cataluña, en los terrenos que el industrial algodonero Manuel Bertrand poseía en el Prat de Llobregat.
La granja albergaba unas doscientas vacas, sobre todo suizas y holandesas, que producían unos 550.000 litros anuales de leche y daba trabajo a una cincuentena de mozos.
La familia Bertrand pretendía abastecer el mercado lechero de Barcelona, llenando el vacío que había ocasionado una ordenanza del Ayuntamiento, del año 1857, que prohibía “la existencia de vaquerías ó cabrerías en el interior de la ciudad, á menos de situarse en barrios apartados y en edificios construídos al intento con todas las condiciones del arte
La Granja de La Ricarda, o Casa de las Vacas, como también era conocida, fue proyectada por Francisco Bastos y Joan Torras y construida por el pratense Josep Monés i Jané. Del conjunto del edificio destacaban la estructura metálica de las vueltas de las naves, llevadas a cabo por la empresa Herrería y Construcciones Torras y los elementos decorativos y acabados exteriores, con motivos vegetales y geométricos, enmarcados en el modernismo catalán. El año 1911 ya se encontraba en pleno funcionamiento. Estaba compuesta por dos naves longitudinales unidas y rematadas por tres torres cuadrangulares, con una superfície total de unos 4000 m2. Fue una de las granjas más modernas de su época, dedicada a la producción y distribución de leche, introduciendo en Cataluña los procesos productivos suizos y obteniendo numerosas distinciones a la calidad, entre ellos la declaración de granja modelo por el rey Alfonso XIII. 

 La Granja de la Ricarda, en su ubicación original

La higiene como método de producción
La leche, para ser buena, no ha de cocerse, pasteurizarse, ni estar sujeta á preparación ninguna: ha de ser pura, natural, exenta en absoluto de microbios. Trato de producirla en condiciones tales que pueda asegurar y garantizar esta pureza”, explicaba Manuel Bertrand a José Zulueta y Gomis, economista y político español, co-fundador de la Federación Agrícola Catalano-Balear.
La ventaja comercial de la Granja de La Ricarda se basaba, pues, en establecer unas condiciones higiénicas absolutas, que permitieran la extracción, manipulación y distribución del producto lácteo a la ciudad de Barcelona, en perfectas condiciones de salud y sabor.
Según palabras de Zulueta: “Se trata de resolver un problema trascendental de higiene: se trata de construir un establo, en condiciones tales, que se haga del todo imposible la presencia de microbios nocivos á la salud de los animales y á la calidad de la leche, asegurando el volumen y la pureza del aire, el grado de calor y humedad, la limpieza absoluta de todas partes.”
En una visita realizada a la Casa de las Vacas, por el director general de agricultura, Carlos Cartel, el 25 de julio de 1915, se describe la granja de éste modo: “ Las dos grandes cuadras que éstas ocupan, espaciosas, bien ventiladas y recubiertas de baldosillas, producen admirable efecto, llamando la atención tanto o más que las condiciones higiénicas de la instalación, el cuidado con el que han sido atendidos los más pequeños detalles para que aquella resulte perfecta” (2)
A pesar de que Manuel Bertrand era conocedor de los nuevos descubrimientos bacteriológicos llevados a cabo en Europa, prefirió optar por la higiene clásica como método distintivo de producción, dejando de lado las nuevas tendencias industriales que desembocarían en los actuales métodos de esterilización o pasteurización.

 Detalle reconstrucción Granja de la Ricarda

Josep Zulueta, tras su visita a la granja, llevó a cabo un detallado análisis de los costes de inversión y producción, planteándose la supervivencia de dicha explotación en dos términos:
El primer problema residía en producir el forraje necesario para el consumo del ganado, en condiciones económicas favorables. Para ello, la familia Bertrand instaló un ferrocarril de tracción eléctrica en sus tierras, “que arranca del centro de la finca hasta la orilla del mar, en una extensión de más de tres kilómetros” (2), con objeto de acarrear arena del mar, para poder roturar nuevos terrenos agrícolas.
En el año 1915, la finca producía el alimento necesario para abastecer a 150 o 200 vacas, con lo cual, el problema parecía resuelto.
El segundo problema al que se enfrentaba, y de peor solución, lo constituía el mal estado de los caminos deltáicos, que hacían penoso y poco asumible, el coste de distribución de leche a la capital.
Si la Granja de la Ricarda conseguía solventar dichos problemas, de forma rentable, sería una granja modelo y un modelo a seguir. Si no, no sería más que otra apuesta arriesgada, pendiente de que la clientela, a la que iba destinada, estuviera dispuesta a pagar un precio mayor, a cambio del lujo que suponía consumir una leche producida en condiciones de extrema higiene y cuidado de los animales.

1 comentario:

  1. Estimado señor:
    Hace unos diez o doce años tuve la suerte de visitar La Ricarda y quedé impresionado. Me pareció enternecedor que se hubiera construido lo que me parecía una vivienda de lujo y buen gusto para animales. Sé que existían planes para derribarla debido a la ampliación del aeropuerto ¿Se ejecutaron esos proyectos? Si fue así, es una verdadera lástima.
    José Manuel Rey. A Coruña.

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