El Prat de Llobregat fue conocido, durante siglos, como “el pueblo de las fiebres”; nombre genérico que comprendía enfermedades tales como el paludismo, la disentería, el tifus y las hepatitis; provocadas por los mosquitos y el agua no potable. La falta de condiciones higiénicas en el delta del Llobregat, hasta hace muy poco, causó verdaderos estragos a nuestros antepasados, indefensos a merced de un medio hostil e inclemente. Estas son pequeñas historias de aquella gente, marcada por la insalubridad, la pobreza, la incultura, la violencia, el trabajo y el sudor pegado al cuerpo, pero sobre todo, por un amor desmedido hacia esta tierra.

domingo, 10 de febrero de 2013

Salvemos la colonia Castells


Desde hace unos diez años, la Colonia Castells, de Barcelona, se debate entre la desesperanza y la inquietud que provoca un proyecto de reurbanización del ayuntamiento que pretende reducir a escombros este peculiar paraje. Las causas, disfrazadas para el caso con intereses sociales, son las mismas de siempre: la especulación y el pelotazo inmobiliario indiscriminado.
La Colonia Castells se encuentra situada en el centro de la ciudad condal, entre las calles Montnegre, Entença, Taquígraf Serra y Equador, y es, seguramente, uno de los últimos barrios de casitas bajas que sobreviven en Barcelona. Fue promovida por el empresario barcelonés Manuel Castells, entre los años 1923 a 1928 y constaba de 120 viviendas, de las denominadas “casas baratas”, destinadas a los inmigrantes que llegaban a la ciudad en busca de trabajo. Eran construcciones pequeñas, generalmente de una sola planta, organizadas en tres pasajes longitudinales y otro más pequeño transversal, en un terreno de poco más de una hectárea.
Como un remanso de paz en la siempre ajetreada Barcelona, la Colonia Castells ha perdurado hasta nuestros días, ofreciendo a vecinos y visitantes una forma de vida tan peculiar como distante en el tiempo: contemplar sus casas, tan dispares como los inquilinos que las habitan, nos hace retroceder en el tiempo hasta recuerdos que permanecían casi olvidados. En este singular lugar la calle forma parte de la vivienda. Los coches, motos y bicicletas, comparten sitio con las mesas y sillas que acomodarán la tertulia, mientras los niños corretean entre flores y plantas, observados por un perro perezoso y un gato esquivo.




El pasado mes de julio 32 familias de la Colonia recibieron, agradecidas, las llaves de las nuevas Viviendas de Protección Oficial (VPO) asignadas. Son viviendas más amplias, con calefacción, muy cercanas a las casas, ahora tapiadas, donde habían residido. Otras 14 familias lo harán en los próximos meses, si pueden acceder al préstamo hipotecario necesario. Aunque la Asociación de Afectados de la Colonia Castells se opuso, en un primer momento, al desalojo y posterior derribo de las viviendas, en el año 2007 firmó un protocolo de colaboración con el alcalde, señor Jordi Hereu, con el fin de garantizar a los vecinos desalojados el acceso a una vivienda digna. No obstante, un reducido grupo de propietarios e inquilinos contrarios a la reubicación, mantienen la lucha por sus derechos a través de la plataforma “Salvem la Colònia Castells”.
El plan inicial, con una indemnización prevista de unos 30 millones de euros, ha sufrido numerosos retrasos, como consecuencia de los recursos planteados y la profunda crisis en que está sumido el denominado “sector del ladrillo”. Cuando aún quedan pendientes de realojo unas 150 familias, el proyecto ya no se considera tan viable y se baraja el año 2015 como posible fecha de finalización. La suerte parece estar estar echada, pero se demora demasiado…
Las soluciones administrativas parecen contentar a muy pocos: las indemnizaciones por la expropiación tan sólo alcanzan entre el 20 y el 40% del valor de la nueva hipoteca y además existe el problema añadido de las familias en régimen de alquiler, que no tienen derecho a compensación.
Mientras tanto, la Colonia Castells, condenada al olvido, languidece por la falta de inversión social y humana necesárias.
Una pregunta planea por mi mente, sin respuesta: ¿por qué no se rehabilitó la zona destinándola a las nuevas demandas habitacionales? Las viviendas, aunque pequeñas, podrían alojar cómodamente a jóvenes, solteros, viudos, separados o parejas sin hijos. De hecho, el gobierno socialista planteó recientemente la construcción de VPO de 30 M2, como solución al alto precio de la vivienda.
De este modo, tanto nosotros como las próximas generaciones podríamos continuar disfrutando de esta humilde mancha de color y humanidad, en medio de la fría homogeneidad de Barcelona.
Tal vez sea su sino, o tal vez sea aún posible salvar este barrio peculiar, pero un enemigo implacable lo amenaza: No es la especulación, es nuestra indiferencia ante la injustícia.
Mientras tanto, la Colonia Castells continúa debatiéndose entre la desesperanza y la inquietud que provoca la incertidumbre de su futuro. Un futuro, por otra parte, nada prometedor.


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